A mi me lo dijo Ferlinghetti
y no lo entendí;
creo que fue en un libro que vos
me prestaste una noche que leía.
Mi camino son los pasos del barbudo Whitman,
el hombre-poeta, el haragán.
Mi destino es volverme canto,
de todas las cosas voz;
volverme canal.
Tu destino también es el de Whitman,
la vida felizmente entregada
al amor a todo y la comprensión
de cada cosa que busque ser entendida.
El camino de Whitman,
el gurú de la brisa, que sacude la melena
de la enorme cabeza que es esta tierra,
es árido
como las peores soledades de la historia natural.
Nuestro camino, el de todos nosotros,
es el de Walt Whitman, el hombre-humano,
el alma del mundo.
Nuesto destino es amarnos,
como solo se aprende amando el ruido
de las mil cascadas que son
los ojos llorando de esta tierra,
que es una gran cabeza con una idea fija: ser
con todas sus fuerzas,
y que recorrida en sus crines
por nuestro paso ansioso de saber
lo que quiere se aprendido,
acompaña a todos los Whitmans,
a todos nosotros,
en el tránsito hacia el amargo final
cuando evaluaremos si hemos seguido nuestro camino,
si se cumplió nuestro destino,
el que marcó Walt Whitman
con todos sus pasos, que fueron
sus alientos todos.
¡Vivir como hombres-poetas!
¡vivir en el amor a todo,
extasiados por la sublime alegría de
vivir absolutamente TODOS los días!
¡Vivir y morir como Walt Whitman!
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