sábado, abril 13, 2013

El infierno japonés


Voy a invitarte a comer
hoy.

No pude confirmarlo aún,
pero lo hago.

Te hago la comida
hoy.

Espero que te guste mucho
y si no,
no importa.

Porque aceptaste mi comida
y aunque

todavía no puedo confirmarlo

tengo entendido
que hay una deuda implícita

casi infinita

para quien acepta nutrirse por mano
de otro.

Voy a invitarte a comer
hoy.

No pude confirmarlo y mis recuerdos
me engañan, pero
era algo como

“nunca comás del otro lado,
o te será imposible volver”

Si aceptás la comida, debés,
y las fuerzas del destino son perezosas
para las explicaciones.

Voy a invitarte a comer
hoy.

En el lado en el que soy fuerte,
en mi casa,
pinchás la última mitad de un sorrentino
y le hundís la cara en el fango salsero
de bolognesa.

Todo el cosmos tiembla con la sensación que retumba
cuando un cuerpo celeste de magnitud
contrae matrimonio con una órbita elíptica,

el temblor de alguien que se obliga
a un gran deuda.

Hoy comiste en mi casa
y ahora estoy seguro


aunque todavía no puedo confirmarlo:


va a pasar un buen tiempo
antes de que puedas irte de acá

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